La justificación por la fe

Aquí presentamos nuestra adaptación del Sermón 5 de Juan Wesley, “La justificación por la fe”. Es una versión reducida del texto original en un lenguaje contemporáneo. Esperamos que sirva de entrada para leer el sermón original, el cual se puede descargar aquí como parte del Tomo 1 de las Obras de Juan Wesley.

Romanos 4:5 – “Mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.

Cómo puede una persona pecadora justificarse delante de Dios, es una pregunta de gran importancia para todos. Toda nuestra esperanza se basa en este punto, el pasar de ser enemigos de Dios a ser justificados por Él. Porque mientras estamos en enemistad con Dios, no puede haber verdadera paz ni verdadero gozo. Sin embargo, se ha entendido muy poco este asunto tan importante y hay muchas ideas equivocadas sobre la justificación. Por eso, vamos a hablar unos minutos sobre qué es la justificación, quiénes son justificados, y bajo qué condiciones.

Pero primero debo presentar la base general de toda esta doctrina de la justificación. El ser humano fue creado a imagen de Dios. Santo, perfecto y puro, y sin ningún pecado. Conocía, amaba, y disfrutaba de Dios. Y Dios le dio una sola ley: no comer del árbol. Y había una sola consecuencia en caso de desobedecer: morir, es decir, separarse de Dios. A pesar de todo lo que el ser humano disfrutaba de Dios, desobedeció la ley. Desde ese momento su alma murió y se separó de Dios. Su cuerpo se volvió débil y mortal, y su espíritu iba hacia la muerte eterna. Y todo esto no le sucedió solo a él, sino a nosotros también. Por la ofensa de uno, vino la culpa a todos los seres humanos.

Así estábamos cuando Dios, con su infinito amor y misericordia, se hizo hombre en la persona de Jesús. Jesús vino a recibir el castigo en lugar nuestro. Él derramó su sangre por nosotros, pecadores. Y con este sacrificio ofrecido una vez, nos redimió a mí y a toda la humanidad.  Porque Dios aceptó este sacrificio y lo aplicó a todos los que crean en Jesús. Así que por amor a su Hijo, ahora Dios promete perdonarnos el castigo que merecemos y devolvernos su gracia. Y esto con una sola condición, y hasta él mismo nos ayuda con ella.

Esta es pues la base general de la doctrina de la justificación.  Pero ahora, ¿qué significa ser justificado? No se trata de ser justo o recto en el sentido literal. Eso es santificación, y está relacionada, pero también es distinta. Es decir, la justificación implica lo que Dios hace por nosotros por medio de su Hijo. Mientras la santificación es lo que Dios obra en nosotros por medio de su Espíritu. Y la enseñanza simple y clara de la Biblia sobre la justificación es el perdón: el perdón de los pecados. A quién está justificado, Dios no le aplica lo que merece, porque el Hijo de su amor sufrió por él. Dios nos ama y nos bendice como si nunca hubiéramos pecado.

Ahora, ¿quiénes son los justificados? Pues el apóstol Pablo lo deja claro: son los injustos, los impíos, los pecadores. Solo el pecado puede ser perdonado, y solo un pecador puede ser declarado justo por Dios. Es absurdo tratar de ser santo antes de ser justificado. No es el santo sino el pecador quien es perdonado. Jesús, como Buen Pastor, busca y salva a las ovejas perdidas. Salva a pecadores de todo tipo, de todo grado. Personas con corazones corrompidos, hasta que el amor de Dios se derrama sobre ellos.

Ahora, tal vez alguno me responde preguntando por las obras buenas que se hagan antes de ser justificado. ¿No pesan en algún grado para Dios? Alguien puede ayudar a los pobres o los enfermos, por ejemplo, antes de ser justificado.  Y sí, son actos buenos en cierto sentido. Pero no son buenos en el sentido cristiano, pues no son el resultado de la fe en Jesucristo. Ninguna de estas obras puede ser hecha en amor mientras el amor del Padre no está en nosotros.

Entonces, vamos con el último punto. ¿Bajo qué condiciones somos justificados? Bajo una sola condición: la fe. Creemos en Aquel que justifica al pecador, y el que cree en Jesús, no es condenado, sino que ha pasado de muerte a vida.  Y la fe es una prueba divina y sobrenatural, una convicción de lo que no se ve. En este caso, la fe que justifica no solo es una convicción de que Dios estaba en Cristo reconciliándose con el mundo. Es también una seguridad de que Cristo murió por mis pecados, de que me amó, y se dio a sí mismo por mí.

Primero Dios nos da el arrepentimiento, que es una convicción íntima de la falta de todo bien en nosotros. Y luego que confesemos a Jesús como Señor, cualquier cosa buena que haya en nosotros no es algo que ya existía. Es fruto de la fe. Primero el árbol es bueno y por eso el fruto también es bueno.

Déjenme terminar con unas citas del libro de homilías, la colección de sermones aprobada por la Iglesia de Inglaterra. Aquí encontramos una excelente descripción de la relación entre la fe y la justificación:

“La fe es la única condición, la única cosa absolutamente indispensable para obtener el perdón. Aunque el ser humano tenga todos los demás requisitos, si no tiene fe no puede ser justificado. Y por otra parte, aunque le falten las demás condiciones, si tiene fe, está justificado.”

Así que tú, que escuchas mis palabras, preséntate como pecador delante de Dios. Mira a Jesús, el Cordero de Dios que quita tu pecado. No cuentes con tus propias obras o bondad. Alega solamente la sangre del pacto, el precio que se pagó por tu alma.

Y yo te reclamo para mi Señor. Te amonesto a que—por medio de la fe—te conviertas en hijo de Dios. El Señor te necesita.

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