Año nuevo, compromiso continuo

Un culto de "renovación de pacto", es decir, un fresco compromiso entre los creyentes y Dios, ha sido un elemento distintivo del wesleyanismo desde casi sus inicios. Wesley celebró el primer culto con este propósito el 11 de agosto de 1755, en base al material de un libro del puritano Richard Alleine. Durante los siguientes años, Wesley iba adaptando el orden y contenido, celebrando el culto en diferentes lugares de Gran Bretaña y en diferentes momentos del año. Entre las sociedades metodistas de Londres, se celebraba entre la noche del 31 de diciembre y la madrugada del 1 de enero, como forma de comenzar el año nuevo comprometidos de nuevo con el señorío de Cristo.

Aquí compartimos extractos de la segunda versión publicada por Wesley, con la esperanza de que sea de bendición tanto para individuos como iglesias enteras. Si quiere leer todas las indicaciones de Wesley, el texto completo se encuentra en el Tomo IX de las Obras de Wesley.

Nuestra oración es que, para usted, su familia, y su iglesia, el año entrante sea lleno de las bendiciones que solo vienen con una vida escondida en Cristo.


Ríndanse al Señor, esto es, como sus siervos. Entreguen el dominio y el gobierno de sus vidas a Cristo.

Que él les asigne su trabajo y que les coloque en donde le parezca. Como siervos del Maestro deben hacer el trabajo del Maestro. Deben estar listos a realizar cualquier trabajo que el Maestro les asigne. No deben escoger o elegir: haré esto, no haré aquello. No deben decir: esto es muy duro o esto es muy bajo, o esto es mejor dejarlo. Los buenos siervos, cuando han elegido a su Maestro, le dejarán a él decidir su trabajo y no discutirán su voluntad sino que la cumplirán.

Cristo tiene muchos servicios que deben realizarse; algunos son fáciles, otros difíciles; algunos traen honores, otros traen reproches; algunos se adaptan a nuestras inclinaciones naturales y a nuestros intereses temporales, otros son opuestos a ambos. En algunos podemos agradar a Cristo y agradarnos a nosotros mismos, como cuando él requiere que nos alimentemos y nos vistamos, proveernos de lo necesario para nuestra manutención; hay algunos deberes espirituales que son más agradables que otros, como gozarse en el Señor, alimentarnos con las delicias y el consuelo de la religión; estas son las obras gratas del cristiano. En otros no podemos agradar a Cristo sino negándonos a nosotros mismos, como dando y prestando, dando frutos y siendo pacientes, amonestando a las personas en pecado; confesando a Cristo y su nombre cuando ello será motivo de vergüenza y reproche; navegando contra el viento; nadando contra la corriente, yendo en contra de los tiempos, olvidando nuestra seguridad, nuestras libertades y nuestras conveniencias por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, el poder para hacer todas estas cosas nos es dado ciertamente en Cristo que nos fortalece.

Con el fin de poner este asunto en práctica, les daré primero unas cuantas indicaciones:
Designen un tiempo preciso, más de uno, para estar en secreto delante del Señor.
– Buscando sinceramente su especial ayuda y benévola aceptación de ustedes.
– Examinando sus corazones para descubrir si ya lo han hecho anteriormente o si ahora pueden hacer tal entrega a Dios en Cristo, como han sido exhortados a hacer.
– Especialmente examinen sus pecados y consideren si están dispuestos a renunciar a todos ellos. Consideren las leyes de Cristo, tan santas, estrictas y espirituales y si pueden hacer una elección deliberada de ellas (aun aquellas que van en contra de sus intereses y corruptas inclinaciones) como la regla para su vida. Estén seguros de que comprenden estos asuntos; no mientan delante de Dios.
Preparen sus espíritus de la mejor manera posible para entrar en una transacción de la más alta importancia.

Echen mano del pacto de Dios y confíen en su promesa de darles gracia y poder, por medio de los cuales podrán cumplir su voto. No confíen en sus propias fuerzas, en el poder de sus propias resoluciones, sino en el poder de Dios.

Decidan ser fieles. Habiendo entregado sus corazones, abran sus labios y firmen con sus manos en favor del Señor. Decidan, en el poder de Dios, no volver atrás.

Finalmente, preparados de esta manera, en un tiempo conveniente, apartado para este propósito, hagan su entrega al Señor. De la manera más solemne posible, como si el Señor estuviera en una forma visible delante de sus ojos, caigan sobre sus rodillas y extendiendo sus manos hacia el cielo, abran sus corazones al Señor, con éstas o semejantes palabras:

Vayan a Cristo y díganle: «Señor Jesús, si me recibes en tu casa, si me recibes como tu siervo, no presentaré condiciones, impónme las que tú desees, escribe tus propios artículos, ordéname lo que desees, dame el trabajo que te parezca. Permíteme estar bajo tu techo, permíteme ser tu siervo, estoy incondicionalmente a tus órdenes. Ya no me pertenezco, me entrego completamente a tu voluntad....Me entrego completamente en tus manos. Úsame como quieras, en el lugar en que tú quieras; sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento; permíteme ser utilizado por ti, o dejado de lado por ti; exaltado por ti o humillado por ti; déjame tener abundancia o padecer necesidad; tenerlo todo o no tener nada; libremente y de todo corazón someto todas las cosas a lo que a ti te plazca y a lo que tu dispongas.

«Y por cuanto tú me has ofrecido bondadosamente, por tu infinita misericordia, a mí, miserable pecador, ser de nuevo mi Dios por medio de Cristo si te acepto nuevamente, yo llamo a los cielos y a la tierra a ser testigos de que hoy te confieso como mi Señor y mi Dios y con toda la veneración posible me inclino a los pies de tu santísima Majestad. Hoy te tomo a ti, Señor Jehová, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como mi porción y me entrego, cuerpo y alma, como tu siervo, prometiendo y jurando servirte en santidad y rectitud todos los días de mi vida.

«Oh, temible Jehová, Señor Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tú eres ahora mi amigo en el pacto; y por tu infinita gracia ahora soy tu siervo del pacto. Amén. Sea así. Y el pacto que ahora hago en la tierra sea ratificado en los cielos.»

Aconsejo que este pacto sea hecho no únicamente en el corazón, sino de palabra; no únicamente de palabra, sino por escrito y que, con toda la reverencia posible, presenten el escrito delante de Dios como su testamento. Cuando hayan hecho esto, pónganlo en lugar seguro, consérvenlo como un memorial del solemne acuerdo que se ha sellado entre Dios y ustedes, para que puedan tener un auxilio en momentos de duda y tentación.

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