La gracia lleva la delantera
De todos los pensadores de la Reforma y la pos-Reforma, Juan Wesley fue el que más atención dedicaba al Espíritu Santo. A base de su lectura total de la Biblia y su rescate de algunos conceptos descuidados por la iglesia, Wesley volvió a colocar al Espíritu como agente clave en cada fase de la vida cristiana: antes, durante, y después de la conversión. En particular rescató el protagonismo del Espíritu antes de venir uno a Cristo, cuando uno aún vive cegado por el pecado y sujeto a deseos contrarios. En esa etapa, no es que uno carece de la gracia de Dios, sino que Dios concede por medio del Espíritu parte de su gracia para despertarnos del pecado y empujarnos hacia el arrepentimiento. Entre las personas influenciadas por el teólogo holandés Jacobo Arminio, este concepto ya se llamaba "la gracia anticipante", o como se conoce más comúnmente "la gracia preveniente", la gracia que va delante de nosotros. Para Wesley, este trabajo del Espíritu Santo es vital por ser lo que nos pone en el primer peldaño hacia la salvación. Wesley trata de la gracia preveniente en muchos lugares y ocasiones, pero en particular en el Sermón 85, "Trabajando por nuestra propia salvación" (descárguelo aquí). Ahí dice, "La salvación comienza con lo que muy acertadamente se ha llamado una 'gracia anticipante'".
Este concepto está un poco descuidado hoy en día, aun entre los wesleyanos, pero ya es hora de conocerlo y aprovecharlo más, por lo menos por dos razones. La primera tiene que ver con el debate antiguo sobre cuánto participamos en nuestra propia salvación, si es que lo hacemos. Wesley nunca pensó que nuestra salvación tiene algo que ver con nuestro propio mérito. En esto es un protestante clásico: "solo Cristo". Pero sí estaba peleando con la posición extrema de los herederos de Calvino en cuanto a la elección y la predestinación. Para Wesley hay demasiada evidencia bíblica de que Dios quiere que todos seamos salvos (ej., 1 Timoteo 2:4). Así que, si Dios quiere que todos sean salvos, y si Dios es soberano y omnipotente, pero obviamente no todos vienen a Cristo, la falta no está con Dios sino con algún elemento de nuestra voluntad en cuanto a venir o no venir. Dado esto, Dios universalmente nos envía su gracia, a través del Espíritu Santo, para llamarnos de vuelta, para susurrarnos, para seducirnos, para orientarnos hacia Cristo. Y esta gracia preveniente restaura justo lo necesario para que nuestra voluntad torcida y golpeada pueda responder, "Sí". Esta es la gracia que vemos operando en Marcos 9:24, cuando el padre del niño poseído dice "Creo; ayuda mi incredulidad". En el Sermón 85, Wesley lo pone así: "Tú puedes hacer algo mediante la fuerza que Cristo te da. Enciende la chispa de gracia que hay en ti, y él te dará más de su gracia." Cuando decimos "Sí" a Dios, no es una obra que agrega algún mérito a la Cruz, pero sí es nuestra obra de aceptar, algo que Dios nos ofrece para hacer o no hacer. Y lo podemos hacer porque el Espíritu ya nos ha comenzado a regenerar. En palabras de Wesley, "Primeramente Dios obra en ti, por eso puedes trabajar...[y] porque Dios obra en ti, tú debes trabajar".
Aparte de este punto teológico, hay razones prácticas y pastorales para recuperar el concepto de la gracia preveniente. Es una enseñanza que puede brindar una verdadera esperanza y optimismo a nuestro trabajo con los no creyentes. Si nos detenemos a pensar en el significado de esta gracia, quiere decir que todo ser humano en este mundo...tiene el Espíritu Santo trabajando en él o ella. ¡Todos! Cualquier persona que uno vea, sea donde sea, en la calle, en la casa, en Zoom, en la tele, donde sea - el Espíritu de Dios está trabajando en su corazón. Ahora, es en diferentes formas y grados, dependiendo de dónde está la persona en su viaje espiritual, pero Dios sí "ha derramado su Espíritu sobre toda carne". A la persona envuelta en adicción, le susurra, "Esta no es vida, no es lo que quiero para ti. Vuélvete, vuélvete". Al nuevo creyente, le dice, "¡Ahora tienes poder! No tienes por qué pecar más. Aprenda de tu Biblia, busca compañeros, crece". Y al creyente maduro, el Espíritu le dice, "Perdona a esa persona de tu pasado. Déjame iluminar ese rincón de tu corazón que aún guardas de mí". Es diferente para cada uno, pero eso es justo el punto: el Espíritu está trabajando en cada uno.
Así, cuando vemos a un no cristiano, o cuando un desconocido llega al culto, no le veamos de reojo o con sospecha, sintiéndonos superiores. Más bien, reconozcamos que esa persona está ahí porque el Espíritu le trajo. Él ya se estaba moviendo en esa persona aún antes de verle nosotros. Él siempre, siempre nos lleva la delantera. Con la verdad poderosa de la gracia preveniente en mente, podemos decirnos cada vez que nos acercamos a alguien, "Espíritu de Dios, enséñame dónde ya estás trabajando en esta persona, para que yo te pueda ayudar".