Cómo usar un bisturí

Uno de los deberes más serios que tiene la iglesia es el de corregir a los que cometen algún pecado. Digo que es serio no solo porque es importante, sino porque debe llenarnos de cierto grado de temor y temblor. Jesús le dio las llaves a Pedro para atar en la tierra y en el cielo, y me imagino que Pedro no las aceptó con ligereza. Es una carga pesada el saber que jugamos un papel en la suerte eterna de alguien, sobre todo si esa persona ya conoció a Cristo y ahora está en cierto peligro. Es como un estudiante de medicina que llega a ser cirujano, y en el día de recibir su primer bisturí puede decir una de dos cosas: o "Ayúdame, Dios, a usar este cuchillo solo para hacer el bien," o "¡Cuidado, ustedes enfermos, que los voy a descuartizar a todos!"

Hay iglesias que demuestran estas dos perspectivas sobre cómo usar la reprensión. Algunas enfatizan tanto el amor de Dios que se olvidan de su justicia; o tienen tanto miedo de lastimar a alguien que para evitar que se vaya, se hacen de la vista gorda frente a sus pecados. Pero hay otras iglesias, borrachas con el poder de la disciplina, donde casi se goza de cortar y corregir, y nadie sale vivo.

Juan Wesley conocía los peligros, pero también la importancia de la reprensión en la iglesia. Sabía que donde no hay disciplina, no hay salud, ni puede haber un futuro sano para la iglesia. En su sermón 65, "El deber de reprender a nuestro prójimo", basado en Levítico 19:17, dice así: "Nunca escuché ni leí acerca de un avivamiento religioso de importancia que no fuera acompañado de un espíritu de reprensión. Creo que no podría ser de otra manera, porque ¿qué es la fe si no obra por el amor? Así fue en cada lugar de Inglaterra cuando este avivamiento religioso comenzó hace ya cincuenta años: ...todos los así llamados metodistas, reprobaban las manifestaciones externas del pecado". Wesley nos recuerda que no reprender a un hermano es dejarlo en su pecado; es el opuesto del amor. Nos hace pensar en la palabra que escuchó el profeta Ezequiel, que si veía a un pecador y no le advertía, la sangre de aquel estaría sobre sus manos.

Ahora, todos conocemos (demasiados) casos de una aplicación extrema de la herramienta de la reprensión. Hemos visto cómo algunas personas reciben tanto odio y acusación, y frente toda la congregación, que salen de las puertas de la iglesia para no volver jamás. Esto en sí es pecado, y no estamos hablando de esa forma de corregir. Más bien veamos los consejos prácticos que Wesley da para usar bien la reprensión. Primero, dice que debemos reprender solo el pecado, y no las diferencias de opinión. Si el asunto es algo no esencial para el evangelio y la salud de la Iglesia, pues pensar y dejar pensar. Una tos no requiere de un bisturí. Luego, no todas las personas requieren de nuestra atención en este area. Comencemos con nuestra familia, amigos, y hermanos de la iglesia, en lugar de ir gritando a la gente en la calle (o el internet) sobre las llamas del infierno. Y cuidado con el espíritu con el cual reprendemos. Para Wesley, la primera regla es confrontar con una verdadera actitud de amor. El espíritu en que hablamos, es el espíritu en que seremos recibidos. Además, no seamos superiores, ya que la arrogancia se huele a diez kilómetros y termina cerrando corazones y oídos. Dice Wesley, "Si tienes muy alto concepto de ti mismo, no podrás evitar despreciar a tu hermano. Y si pones de manifiesto, o simplemente albergas, el más mínimo sentimiento de desprecio por la persona a quien corriges, se derrumbará todo tu trabajo y todo tu esfuerzo habrá sido en vano". Nuestra forma de ser debe ser de sencillez y gentileza, evitando la ira que solo provoca una ira defensiva en el oyente. Estos y otros consejos prácticos de Wesley fueron el fruto de sus décadas de tener que confrontar a las personas con la esperanza de ponerles de vuelta en el camino del Señor.

Nos gusta mucho citar las palabras de Jesús en Mateo 18:20: "donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Pero muchas veces olvidamos que el contexto de ese verso es de corrección y reprensión en la comunidad de fe. Dice Jesús que debemos comenzar confrontando uno a uno, luego involucrar a unos pocos, y solo en casos extremos hacerlo saber en la congregación. La reprensión es un tema tal vez impopular, por su mal uso en el pasado, o por el temor a ofender. Pero es una carga bíblica y necesaria, y debemos aprender a llevarla a cabo bien. Aprendamos los consejos de Wesley sobre cómo hacerlo con más amor, para sanar y no matar. Tenemos a veces un bisturí en la mano. ¿Qué seremos, cirujanos o verdugos? Si recordamos que Jesús está con nosotros, podemos escoger lo mejor.

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