¿Me puedo volver a bautizar? (2a parte)

En la entrada anterior hablamos sobre la tendencia muy popular entre muchas iglesias evangélicas de volver a bautizar a una persona cuando "se convierte" al cristianismo, a pesar de que ya fue bautizada en la iglesia católica romana u otra iglesia protestante. Vimos como Juan Wesley, en el inicio de su ministerio, creía que sí era necesario volverle a bautizar a alguien si su bautismo original no se hizo en una iglesia de la "linea apostólica", que para él era la Iglesia de Inglaterra.

Sin embargo, años después Wesley cambió de actitud, arrepentido de su práctica anterior. Cito aquí unas lineas de su sermón de 1777, “Al poner los cimientos de la Capilla Nueva”, donde Wesley hace mención de sus años como ministro joven en la colonia de Georgia: "…yo nunca dejaba entrar a un no conformista [no anglicano] a la Cena del Señor salvo que fuera rebautizado... ya que yo consideraba el bautismo [fuera de la Iglesia de Inglaterra] como inválido...Lleno de estos sentimientos, de este celo por la Iglesia (del cual alabo a Dios que él me ha liberado), volví a Inglaterra a principios de febrero de 1738." Estas lineas demuestran que, después de décadas de experiencia y reflexión, Wesley se lamenta, casi se ríe, de su celo sacramental anterior. Cuando piensa en su antigua insistencia en el rebautismo, ¡alaba a Dios por haberle liberado de tal presunción, considerándola un disparate juvenil!

El problema para el joven Wesley se centraba en quién administraba el bautismo, si el sacramento se hizo en una iglesia ortodoxa a manos de un ministro válido. Muchos evangélicos latinoamericanos creen igual hoy, sobre todo al dudar de los sacramentos de la iglesia católica romana. Este debate, sobre si un sacramento es válido por el ser humano que lo celebra o por el Dios que promete estar ahí, es muy viejo, pero como ya vimos, el Wesley maduro apuesta por la validez del sacramento basándose en las promesas de Dios. En su duodécimo sermón sobre el Sermón del Monte, dice así: "consideramos que la validez de la ordenanza no depende de la bondad de quien administra, sino en la fidelidad de aquél que la instituyó y que sale, y saldrá, a nuestro encuentro en las formas que él mismo prescribió." Debemos, como evangélicos, reflexionar en dónde encontramos el poder de los sacramentos, y si estamos pasando por alto el poder y las promesas de Dios en nuestro afán de "proteger" el bautismo.

El otro gran problema para nosotros que lleva a muchos a insistir en el rebautismo, es la edad de quien recibe el bautismo, o sea si es párvulo o bebé. Esto no era tanto un problema para Wesley como anglicano, pero fue un asunto que surgió durante la Reforma y que sigue siendo muy central para nuestras iglesias hoy. Si un bebé no puede "confesar con su boca que Jesucristo es el Señor," (Rom 10:9) ¿cómo puede acceder con conciencia al bautismo? Ocuparíamos mucho más espacio para explicar al fondo este tema, pero por ahora nos enfocamos en el concepto de la gracia preveniente en Wesley. Esta es la gracia de Dios trabajando en el ser humano aún antes de que este haga su confesión de fe, aun cuando no es capaz de responder con toda su capacidad mental. Así que un niño que recibe el bautismo lo recibiría como señal de esta gracia en él. Luego los padres y la iglesia tienen la responsabilidad de ayudar al niño a crecer en toda gracia, hasta que pueda confesar con su boca que Jesucristo es su Señor. En ese momento se opera la gracia justificadora (la salvación) para completar la gracia preveniente, previamente demostrada en el bautismo.

Lo que la cuestión del rebautismo más revela hoy es la necesidad de pensar en los fundamentos teológicos de nuestro concepto de los sacramentos, en particular el bautismo. Como iglesia evangélica latinoamericana, quizás en algunos casos hayamos dejado que un anticatolicismo instintivo, junto con un fuerte énfasis en "el bautismo del creyente", no nos permitan ver otras perspectivas, incluso de nuestra herencia wesleyana. Y como iglesia, nuestro reto es corregir esta necesidad, en parte para nosotros mismos, pero también para poder darle respuesta a la persona que pide el rebautismo, tratándole con claridad, comprensión, y amor.

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