¿Me puedo volver a bautizar? (1era parte)
Cuando se habla del bautismo en el contexto latinoamericano, uno de los puntos más espinosos es el rebautismo. En muchas iglesias, hasta las de denominaciones tradicionales, quizás se haya enfocado tanto en la práctica del “bautismo de creyente” que no pueden citar ni una razón a favor del bautismo de párvulos o bebés, una práctica histórica de la iglesia universal. También influye una sospecha en mayor o menor grado de la validez de la iglesia católica romana y la eficacia de los sacramentos celebrados en ella. Estas actitudes llevan a muchos líderes a insistir automáticamente en el rebautismo de personas que vienen a su iglesia por primera vez.
Nada ejemplifica esto mejor que la historia de un antiguo estudiante mío, quien una vez compartió con la clase que había sido bautizado tres veces en su vida. Primero, como bebé, según la práctica católica romana, y luego otra vez cuando “se convirtió” al protestantismo. Hasta aquí, estamos ante el patrón típico de un evangélico latinoamericano de cierta edad. Pero ahora su caso se pone más extraño. Porque, cuando luego cambió de iglesia, en la nueva le insistían que solo ellos ofrecían el “verdadero” bautismo, y que lo que la otra iglesia evangélica le hizo era inválido. Así que, el pobre se sometió a un bautismo más, probablemente pensando al final “¡Qué cansado! ¡Más me vale quedarme en esta iglesia el resto de mi vida!”
¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo llegan ciertas iglesias a decidir que tienen un “monopolio sacramental,” y que solo ellas practican un bautismo válido? ¿Cómo llegamos a bautizar tres veces a un hijo de Dios? Aunque hay varios factores en juego, el resultado es que hemos condenado a muchos cristianos verdaderos a una situación de incertidumbre en cuanto a su propia salvación. Hemos sembrado semillas de duda sobre su bautismo, y les hemos obligado a rebautizarse sin mucha consideración de su pasado o su presente en Cristo.
Aunque tal vez nos sorprenda saberlo, Juan Wesley practicaba el rebautismo, por lo menos durante sus primeros años como ministro y misionero. Recién ordenado ministro, pero sin una parroquia asignada, Juan buscaba una forma de expresar pastoralmente el gran celo que sentía por lo que él consideraba las antiguas y correctas prácticas de la iglesia apostólica. Con respecto al bautismo, durante sus estudios Wesley se había convencido de la idea de que un bautismo practicado por un ministro no ordenado en la linea de sucesión apostólica, carecía de validez. En el caso de Wesley como ministro de la Iglesia de Inglaterra (Iglesia Anglicana), eso quería decir que consideraba válidos solo los bautismos hechos por ministros de la misma. Cuando trabajaba como misionero en las colonias norteamericanas, en por lo menos tres ocasiones Wesley habló con personas acerca de su bautismo y luego les convenció a dejarle volverles a bautizar. Esto, porque eran personas de la iglesia luterana o presbiteriana, y Wesley consideró que les estaba haciendo el gran favor de darles por primera vez un bautismo válido.
Dado que Wesley en cierto momento practicó el rebautismo, ¿podemos concluir entonces que es una práctica válida para las iglesias de tradición wesleyana hoy? Esta pregunta la responderemos la próxima semana...
Mientras tanto, ¿cómo ha sido la experiencia de usted con este tema? Deje un comentario abajo para que podamos escuchar de usted.