El cáncer del chisme
La semana pasada hablamos de los consejos de Wesley acerca de la reprensión y el cuidado que debemos tener al hablar con alguien con ese motivo. Pero Wesley, como teólogo de la vida cristiana que era, también sabía que debemos cuidarnos al hablar de personas con problemas, en particular cuando no están presentes y no estamos involucrados. En otras palabras, el chisme.
Sus años de ministerio y su larga experiencia con cristianos de todo grado de madurez le habían enseñado a Wesley cuán peligroso, pero también cuán común, es el chisme. Llegó a considerarlo un problema tan agudo para la comunidad cristiana que le dedicó un sermón entero, el Sermón 49, "No difamen a nadie". Para Wesley, el chisme no era solo un cáncer que se propaga en el Cuerpo de Cristo, sino también una pésima forma de ayudar a alguien en aprietos o corregir a alguien que está envuelto en algún pecado.
Andar chismeando es emplear nuestras palabras de una forma incorrecta. Si la persona está sufriendo algún mal, es mejor usar nuestra boca para reconfortar y apoyar. Y si la persona está en algún error, mejor hablemos para confrontarle directamente en un espíritu de amor y restauración. Pero el chisme es todo lo contrario: se hace a espaldas, y no ayuda en nada. El chisme es como un grupo de doctores hablando sobre lo malo del caso de un paciente, pero luego se van sin haberle visto o ayudado. Si no van a ayudarle, ¿por qué hablar de él? De igual forma cuando hay chisme no puede haber sanidad.
Pero si sabemos que chismear está mal, ¿por qué lo hacemos? Podemos enumerar algunas razones (aunque siempre hay más): Primero, el chisme distrae el foco de atención de mis propios problemas y errores. También, juzgar es más fácil que sanar, porque no tengo que ensuciarme las manos ayudándole a alguien a ser restaurado; así de perezoso es el chisme. Luego, chismear me permite sentirme superior a otras personas, no porque yo haya mejorado, sino por "bajarles" a ellos. Dice Wesley, "Resulta muy halagador para nuestro orgullo enumerar aquellas faltas de otros de las cuales sentimos que estamos libres". Todas estas razones hacen que nuestra carne se sienta mejor, pero son veneno para nuestro espíritu. El chisme y el juicio rápido no solo lastiman al que está en error, también hacen que sea más difícil que un valiente se acerque a esa persona con compasión, por temor a ser juzgado por los demás. Así el chisme es un elemento esencial para una iglesia llena de fariseos, en vez de enfermeros espirituales.
Ahora, ¿qué podemos hacer? En el espíritu siempre práctico de Wesley, he aquí unos consejos. Primero, pedirle a Dios que nos quite nuestra arrogancia espiritual. Somos menos propensos a juzgar y difamar cuando recordamos que se podría decir peor de nosotros. Segundo, podemos correr (tal vez literalmente) del chisme. Si alguien me pregunta si ya me enteré de tal o cual asunto relacionado con otra persona, levanto mi mano y le digo, "Perdón, como esa persona no está presente, prefiero no hablar ni escuchar de él o ella". Wesley lo resumía en una regla tan sencilla como poderosa: no hable de alguien en su ausencia. Tercero, si me entero de alguien en un proceso de reprensión o disciplina en la iglesia, no hago muchas preguntas. No me hace falta conocer los detalles para tenerle en oración por sanidad y santidad.
Pero aquí dejaré que Wesley tenga el último consejo, porque él presenta el chisme con una perspectiva más amplia, relacionada con la misión de la iglesia misma. "Si es que van a distinguirse de otras personas, lo quieran o no, procuren que la señal distintiva de un metodista sea ésta: jamás hablan mal de alguien a sus espaldas, y por este fruto los conocerán". Wesley dice que el chisme es tan universal entre los seres humanos que, si los cristianos podemos abstenernos de ello, sería tan llamativo que el mundo se preguntaría cómo lo hacemos, y eso nos abre la puerta para hablar de Cristo. En otras palabras, no chismear es una forma de ser "sal y luz," y demostrar que el reino de Dios está entre nosotros. ¡Esto es lo que está en juego cuando te dicen, "Oremos por Fulano de Tal, ya te cuento por qué..."! Ahora, ¿cómo responderemos? ¿Con sed de chisme, o con un espíritu de dominio propio, oración y amor?
Le invito a dejar un comentario aquí abajo sobre su propia experiencia con el problema del chisme en la iglesia y cómo se ha enfrentado. Y si quiere leer el Sermón 49, puede descargar todas las Obras de Juan Wesley aquí y encontrar el sermón en el Tomo 3.