La navaja suiza del Espíritu
El genio de la enseñanza de Juan Wesley no se encontraba en su innovación. Era un pensador muy conservador en el sentido de que no quería agregar ni quitar nada de las enseñanzas clásicas de la Iglesia. De hecho, en el Sermón 13 ("Del pecado en los creyentes"), dice así: "Pero cualquier doctrina nueva debe de estar equivocada; porque la religión antigua es la única y verdadera, y ninguna doctrina puede estar correcta, a menos que sea la misma que era desde el principio". No, su genio se encontraba en recordarle a una Iglesia olvidadiza las cosas que ella había descuidado. Lo que puede parecer "innovador" en Wesley es casi siempre su explicación fresca de una verdad bíblica clásica.
Así es el caso con sus enseñanzas acerca del Espíritu Santo. Entre todos los pensadores de la Reforma y la pos-Reforma, nadie le daba importancia al Espíritu Santo como Wesley. Y tiene sentido, ya que su proyecto de vida era practicar una fe viva, un caminar con Cristo, empoderado por el Espíritu. Él sabía que para vivir la fe una vez dada a los santos, y no solo conocerla, para que los huesos secos se vistan de carne...hay que tener el Espíritu. Y cuando Wesley va a la Biblia para saber más acerca del Espíritu, encuentra una joya de muchas facetas, una navaja suiza.
Vamos primero a un resumen que hizo Wesley de sus creencias acerca del Espíritu, en un texto llamado "Carta a un católico romano": "Creo que el infinito y eterno Espíritu de Dios, igual que el Padre y el Hijo, no sólo tiene perfecta santidad en sí mismo sino que es quien obra toda santidad en nosotros: ilumina nuestra mente; corrige nuestros deseos y sentimientos y renueva nuestra naturaleza; une nuestra persona a la de Cristo, asegurando así nuestra adopción como hijos; guía nuestras acciones, y purifica y santifica nuestras almas y cuerpos para que nuestro gozo en Dios sea completo y eterno". Este párrafo es tan concentrado y tan lleno de conceptos bíblicos. Aquí Wesley resume ideas del Antiguo Testamento, del evangelio de Juan (caps. 14-15), de la carta a los Romanos (cap. 8, especialmente verso 16), y de otras partes. Es un pequeño compendio de la totalidad de la doctrina cristiana del Espíritu.
Pero, como es Wesley, no solo es un compendio de ideas y verdades, sino también de trabajos prácticos del Espíritu en los creyentes. Es más, es un resumen de cómo el Espíritu trabaja en cada persona, cristiana o no. Comienza aun antes de convertirnos: "ilumina [y] corrige". En la vida de los no creyentes, el Espíritu está constantemente trabajando, sépanlo o no. Él les susurra en la noche, les incómoda cuando pecan, les agudiza su sed por algo mayor, y les habla en diversas circunstancias. Todo ese trabajo de empujar la gente hacia Dios, se llama "la gracia preveniente", la gracia que viene antes. Una vez conversos, el Espíritu nos recuerda constantemente de las enseñanzas de Jesús, confirma nuestro estado de hijos e hijas de Dios, y nos guía en los pasos de obediencia. Y luego, durante el resto de nuestra vida terrenal, nos moldea a la imagen de Cristo, perfeccionando nuestro amor por Dios y nuestro prójimo (esta es "la gracia santificadora"). En otras palabras, desde antes de conocer a Cristo hasta el día de nuestra partida, el Espíritu Santo está constantemente trabajando en cada persona.
Todas estas obras están claramente presentes en el testimonio de las Escrituras. Es solo que muchas veces vacilamos entre la ignorancia y una ceguera selectiva, actuando como si nosotros fuéramos los que le dicen al Espíritu cuándo y cómo trabajar, en lugar de reconocer la totalidad de sus diversos trabajos. Personalmente, llevo un tiempo intentando reconocer cada día los diferentes momentos que lo veo trabajando. ¿Me vino a la mente un pasaje bíblico que me ayudó en un momento necesario? Gracias, Espíritu. ¿Pude pedirle perdón a mi hija por hablarle fuerte por la mañana? Gracias, Espíritu. ¿Viene alguien nuevo por primera vez a la iglesia? Gracias, Espíritu. ¿Pude levantarme de un momento bajo, recordando al Dios a quien pertenezco? Gracias, Espíritu. Así podemos ver su mano cada día, de muchas y diversas formas. Así sabemos que no andamos solos, sino que el Paracletos, "el que está llamado a mi lado", siempre nos acompaña.
¿Cómo siente usted el trabajo del Espíritu en su vida? ¿Está consciente de todas las formas que Él ya está trabajando en usted y las personas a su alrededor? Deja un comentario aquí abajo para compartir su experiencia.