¿Dónde se guarda el papel higiénico?

Cuando pensamos en cargos o posiciones en la iglesia local, lo primero que se nos ocurre son aquellos que son más llamativos, más visibles. El pastor o la pastora, los músicos y encargados de la adoración, tal vez los ujieres. Estos son roles muy visibles, cuyos trabajos nadie se pierde de vista. Pero si pensamos más ampliamente y nos enfocamos en la utilidad, hay una persona quizás más importante que todos estos: la persona que sabe dónde se guarda el papel higiénico en la iglesia. ¿Cierto? El sermón puede ser iluminador, la música ungida por Dios mismo, pero si nadie sabe dónde está el papel higiénico, pues... Ese hermano (o más probable, esa hermana) merece toda la gratitud y el honor que la iglesia local le pueda dar.

Esto nos hace reflexionar en qué definimos como roles importantes en la iglesia local. Debemos recordar y validar la variedad de cargos y tareas que hay, todos los cuales tienen que cumplirse para el funcionamiento sano de la Iglesia. En palabras del apóstol Pablo, son los diferentes miembros del cuerpo, todos trabajando juntos, y ninguno recibiendo esencialmente más honra que otro. Pero hay un problema aquí. ¡Yo quiero un cargo donde todos me aplaudan! No quiero ser el anónimo que barre el piso y acomoda las sillas y bancas después del culto. ¿Por qué Dios no me puede dar uno de esos ministerios más llamativos? Es aquí que Juan Wesley nos da un consejo muy útil.

Desde los inicios del movimiento metodista había una multitud de trabajos, aún sin ser una iglesia oficial. Algunos predicaban a miles, mientras otros visitaban las cárceles. Algunos enseñaban en la Escuela Kingswood, mientras otros recogían los peniques de la ofrenda comunal. Juan Wesley estaba convencido de que cada acto de servicio estaba apoyando el grupo, y cada grupo estaba apoyando la iglesia, y cada iglesia estaba apoyando la Iglesia de Cristo en todo el mundo. Por eso, todo trabajo, por pequeño o grande que sea, es valioso. Nuestra conexión como cuerpo de Cristo hace que ninguna tarea tenga más valor que otra. La tarea que tenemos en frente es la que Dios nos ha dado, y nos conviene cumplirla con gozo y esmero.

Esta idea se encuentra muy claramente en una parte del "Servicio de Pacto" que Wesley elaboró en 1755 y que servía como una renovación anual del compromiso de los servidores con la misión del movimiento. Dice así: "Cristo tiene muchos servicios que se han de realizar; algunos son fáciles, otros son difíciles; algunos traen honor, otros traen oprobio; algunos son adecuados a nuestras inclinaciones naturales e intereses temporales, otros son contrarios a ambos. En algunos podemos agradar a Cristo y complacernos a nosotros mismos; en otros no podemos agradar a Cristo sino negándonos a nosotros mismos. Sin embargo, el poder de hacer todas estas cosas ciertamente nos es dado en Cristo, que nos fortalece." (El culto completo está en Tomo 9 de las Obras de Wesley, disponible aquí.)

Agradar a Cristo y ayudar a su Cuerpo son las metas centrales de cualquier trabajo, tarea, o ministerio que hagamos. El hermano que barre los pisos y la hermana encargada de las ventas de comida pueden disfrutar del sermón. Pero a la vez el predicador y la directora de música deben dar gracias a Dios por tener papel higiénico.

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